Vida, idas y venidas...

martes, 29 de enero de 2013

Vida de Casino


Nunca fue antipático, pero tampoco demasiado sociable. Se encontraba bastante solo, pero a el le daba igual, es más era un tipo raro, el lo admitía y aseguraba que gran parte de las personas que había conocido, solo buscaban su dinero y sus influencias en el mundo del motor. Noel Alrich, era así, y a sus 43 años, no iba a cambiar su mentalidad, así que decidió cerrar su taller y vender su antigua casa a un tío de Texas por una buena cantidad de dinero, y decidió mudarse a un pequeño barrio de Vineyard, en Sacramento junto a su mujer, Dorothy.
Noel se había cansado de tanto oportunista y tanto convenido. También estaba cansado de arreglar viejos coches, de oír las quejas de algunos jóvenes macarras que destrozaban sus coches y pretendían que se los arreglara en un tiempo record.

Fue un año horrible. Tras su divorcio, Noel se había quedado sin nada. Lo único que tenía eran sus ahorros, sus míseros ahorros y un viejo Chevy Impala del '67 al que cuidaba como al hijo que nunca llegó a tener con Dorothy. Ella era demasiado ambiciosa, y estaba harta de Noel. Desde que cerró su taller, no hacía mas que estar sentado en el porche de su casa, viendo como pasaba el cartero, el lechero... incluso por las noches se quedaba despierto para ver pasar al camión de la basura. Mientras todos estas personalidades pasaban por el barrio, Dorothy trabajaba en la cafetería en la Sheldon High School, en el mismo pueblo. Cuando se divorciaron, todo cambió y ella se fué a vivir a la ciudad junto a un pintor de poca monta que había heredado una gran fortuna. Noel, en cambio, se fue a una pensión de mala muerte sin saber que hacer. Ya no podía ver pasar al cartero, ni al lechero, ni a los basureros,. ni a Dorothy

Corrían los años 80, y el carismático Ronald Reagan gobernaba en EEUU, y el Glam Metal surgía con fuerza, y cerca de Sacramento, el Showtime de Los Ángeles Lakers de Magic Jhonson y Abdul-Jabbar. Todos querían vivir el sueño americano, menos Noel. El ya estaba cansado de buscar el sueño Americano y no sabía que hacer.
Estaba sentado en la barra de un bar, leyendo el periódico con desgana, cuando vio un anuncio  de la ciudad de Las Vegas. Noel nunca había viajado fuera del estado de California, tampoco quería irse, pero siempre fue buen jugador de cartas. Le encantaba el póker, y aunque casi nunca jugaba apostando grandes cantidades, la suerte solía estar de su lado y ganaba algún dinero.
Donovan, el dueño del bar estaba allí, observando como Noel leía el periódico. Donovan era un hombre mayor, de unos sesenta y pico, era calvo y tenía un rostro decrépito que irradiaba cansancio. Fumaba Marlboro y siempre vestía con pantalones tejanos y camisa a cuadros, siempre con un cordón en el cuello adornado por una estrella.

-Mmm... Las Vegas - Dijo Donovan - Viví allí durante un tiempo, tierra de los casinos, mucha gente vendería su alma  al diablo para ir allí y hacerse rico jugando al Black Jack, a la Ruleta o al Póker.
-Yo no vendería mi alma al diablo, no creo en esas chorradas - Aseveró Noel con cara de pocos amigos.
-¿No crees en Dios hijo?.
-Yo empecé a dejar de creer en Dios cuando estalló la guerra de Vietnam y perdí la fe completamente cuando mi mujer se fue de casa quitándome todo lo que tenía.
-Esas palabras ofenden al mismísimo señor, Oh! rezaré por ti - Añadió Donovan.

Noel abandonó el bar y volvió a la pensión de mala muerte en la que se hospedaba. En la misma entrada, se encontró con un grupo de chicas de dudosa reputación. Una de ellas se le acercó. Era blanca de piel y cabellos negros con ojos marrones, su cara era redonda y parecía ser una buena chica. No tenía para nada cara de meretriz. Llevaba una camisa atada por encima del ombligo, una falda muy corta y unas botas que no terminaban de llegarle a las rodillas.

-Hola, caballero - Dijo ella.
-Hola muñeca.
-¿Me invitaría a una copa antes de subir a tu habitación?
-¿Y si me invitas tú? -Decía Noel sonriendo - ¿Y si nos cambiamos los papeles?
-Supongo que usted debe ser el típico viejo amargado que va de gracioso.
-Supones bien, ¿como que una puta como tú con esas dotes no ha estudiado psicología?
-¡Es usted un grosero y un gañan!, ¡Maldito gilipollas!, ¡No puede hablarle así a una mujer!

Mientras ella seguía despotricando, Noel subió a su habitación. Las escaleras parecían interminables a pesar de que se hospedaba en la tercera planta. Abrió la puerta y entró en la habitación dejando que la puerta se cerrase automáticamente. Se tiró en la cama mirando hacia el techo.
-Esta vida - Pensaba -¿Por que llevo esta vida?
Sacó una botella y un vaso del armario y bebió de aquel whisky barato para ahogar sus penas. Tras unos cuantos vasos, se levantó borracho, mareado y con náuseas, fue hacia el baño y ya allí puso la cabeza en el inodoro. Vomitó tanto, que parecía que estaba vomitando la vida, cayendo inconsciente a causa de la borrachera .
Al día siguiente amaneció allí, tirado en el suelo del baño. El cuello de su camiseta estaba repleto de vómito, decidió meterse en la ducha con la ropa, que desprendía un fuerte olor a alcohol y olvidar la noche anterior.

Pensaba que la cabeza iba a estallarle con la resaca, y salió a la calle. Su Impala estaba allí aparcado, como de costumbre.
 -Hola viejo amigo -Dijo refiriéndose al coche- Hace tiempo que no nos damos una vuelta.
El coche no tenía ningún arañazo y funcionaba a la perfección. Pero habían pasado 3 meses desde su divorcio con Dorothy, y el coche estaba sucio. El tiempo que antiguamente le dedicaba al coche, ahora lo estaba invirtiendo en beber en el bar de Donovan.
Ese día decidió que todo cambiaría, levantó el capó y comprobó que el coche tenía el motor en condiciones. Cerró el capó y se montó en el. Metió la llave en el contacto y arrancó, sonrió y decidió llevar el viejo Impala al auto-lavado, mientras en la radio sonaba Paranoid, de Black Sabbath, con la que se sintió tremendamente identificado.

Limpió el coche en el tunel, y lo limpió por dentro, dejándolo impecable. Por un momento parecía que los 60 habían vuelto, en el capó se veía reflejada la cara de Noel, que empezaba a sonreír tras ''recuperar'' a su viejo amigo, se volvió a montar y fue al banco, sacó dinero suficiente como para alimentar a 6 familias durante dos meses. Partió hacia la pensión por última vez e hizo las maletas. Arrancó sin ningún rumbo, con la cartera llena de billetes y el depósito del Chevrolet Impala hasta arriba. Iba camino de Las Vegas, quería comerse el mundo.