Vida, idas y venidas...

martes, 4 de agosto de 2015

Los hombres de Sheep. Capítulo I, Vol. I

Capítulo 1: El Sótano.
Era una tarde calurosa, y en aquel sótano aun más. El sonido de la lavadora, que parecía que iba a echar a volar en cualquier momento, hacía que ese lúgubre lugar fuera insoportable para Rodrigo y Paul. Ambos estaban allí de paso, a pesar de vestir con traje, sus americanas y corbatas yacían en unas viejas sillas de metal.

-Me cago en la puta Paul – Dijo Rodrigo- Siempre nos toca hacer el trabajo sucio, parecemos los putos pringados del grupo.

-Rodrigo, no desesperes, Mr.Sheep confía en nosotros, y esto es algo bastante personal – Añadió Paul.

Rodrigo y Paul, eran dos de los hombres de confianza de Mr.Sheep, una especie de genio del Hampa al que poca gente le ha visto la cara desde que es quien es. Las malas lenguas, dicen que ese apodo se lo ganó a pulso a la edad de 20 años, cuando, el mismo, demostró ser la oveja negra de una rica familia. Era el pequeño de 3 hermanos, y el único adoptado, ya os podéis imaginar por que le llaman Mr.Sheep. La oveja, concretamente la oveja negra, comenzó a moverse en los bajos fondos distribuyendo todo tipo de armas y drogas en el mercado negro. Mas tarde, pudo permitirse el lujo de tener matones a su disposición, y Rodrigo y Paul, eran dos de sus favoritos.

-Me cago en la puta, esto apesta –Dijo Rodrigo mientras sacaba de una bolsa el cadáver de un perro- Dios, creo que voy a vomitar.

-Toma esto – Paul le lanzó una mascarilla a Rodrigo- Y ponte los putos guantes joder, y tu camisa es blanca, quítatela o la pondrás toda perdida.

Mr.Sheep, tampoco era tan malo como algunos creían. Solo hacía daño a quien iba contra el, y no le gustaba que le tocasen las pelotas. Así que cuando el senador del estado de Miami, en el que movía grandes cantidades de narcóticos propuso regular una ley por la cual se permitiría la libre comercialización en farmacias de Marihuana, uno de sus productos estrella que movía en ese mismo estado (Aunque no era el que le hacía ganar relativamente mucho dinero)  no dudó en hacer un par de llamadas para conseguir su número, llamarle y amenazarlo.
Al ver que hizo caso omiso a sus amenazas, no le quedó mas remedio que actuar, así que lo primero que hizo fue secuestrar y ejecutar a dos de sus preciados perros, en concreto sus favoritos, ya que este senador tenía un amor incondicional hacia los cánidos, llegando a tener en su lujosa residencia diez.

-Joder tío me has salpicado sácalo con cuidado – Rodrigo hablaba – El pantalón me cago en todo.

-No vayas a quitarte el pantalón, bastante desagradable es ya esto como para verte en paños menores –Decía Paul.

Rodrigo era un tipo de unos veinte-muchos treinta y pocos, descendiente de Mexicanos. Llegó a formar parte de la banda de Mr.Sheep por un golpe de suerte, ya que vendía crack en una zona en la que la hegemonía del comercio de esta sustancia era de la propia banda de Mr.Sheep. Podía haber acabado con el, pero el producto de Sheep era muy potente, y la fama combinada con la serenidad y la forma de trabajar de Rodrigo era tal, que decidió ‘’convencerle’’ mandando a dos de sus sicarios para ‘’hablar’’ con Rodrigo. Desde entonces, Rodrigo y su buena forma de trabajar, hicieron que poco a poco se ganara la confianza de Mr.Sheep, el cual ordenó que lo instruyeran para convertirlo en uno de sus matones mas letales, pero a la vez uno de los que pasaba mas inadvertidos.

Paul, un tipo nacido allí mismo, era apodado ‘’el carnicero’’. Pocos escrúpulos tenía, así que siempre se encargaba del trabajo sucio. Había pasado de atracar gasolineras y casas de apuestas, a realizar tareas que requerían sigilo y muchos fluídos y vísceras derramados por el suelo, un desastre. El buen hacer de Paul y su limpieza, eran algo que destacar, a Mr.Sheep le encantaba que no quedara ni huella ni rastro en sus negocios.

-Orale homz, esto está acabado ya, y la bañera lista, metamos al chucho –Dijo Rodrigo.

-No vuelvas a hablar como un jodido Chicano delante de mí, sabes que me hierve la sangre, joder –Paul se quejaba.

-Eh cabron son mis raíces, respétalas, pareces un jodido miembro del KKK, y en mi barrio esa gente se lleva un placaso en el cráneo ese.

-Va déjate de chorradas, en cuanto el puto perro se haya difuminado en el ácido saldremos de aquí, no sin antes darnos una ducha. Huelo a perro muerto, y necesito cambiarme, pasaremos antes por Burguer King, comeremos y probablemente luego iremos al estadio de los Dolphins. Sheep me ha dicho que unos Chinos van a hacer una entrega a unos tipos Haitianos, algo que no le huele muy bien. Creo que deberíamos ir de incógnito, nada de traje, pareceremos gansters, o políticos, y dudo que a esa gente le gusten otros gánsters o un político, ya has visto lo que el jefe le hace a los políticos, ¿verdad?

-Simón Ese –Rodrigo seguía utilizando su jerga Chicana- Ve al piso de arriba y mira que podemos ponernos homie, no quiero tener que ponerme un vestido de su mamasita.

-Joder Rodrigo me cago en la puta, deja de hablar así de una puta vez.

Ambos subieron al piso de arriba, mientras Paul aprovechaba para asearse, Rodrigo subió a la habitación. Aquella habitación tenía una cama de matrimonio, una vieja cómoda y un armario lleno de ropa tanto de hombre como de mujer. Había piezas de mas de mil dolares, camisas de Ralph Lauren, Armani, vestidos de Prada (Propiedad de la mujer de Sheep). Sacó dos pantalones vaqueros y 2 polos, ambas escogidas por Mr.Sheep para ocasiones de este tipo. A Mr.Sheep le encantaba el lujo, y no dudaba en vestir bien incluso a los suyos en la medida de lo posible. 

-Rodrigo, puedes subir, cabronazo –Clamó Paul terminando de secarse.
Rodrigo se duchó y vistió rápidamente, bajó al primer piso, donde Paul le esperaba con los botones del polo desabrochados.

-Paul, abróchate esos botones, pareces un puto cocainómano –Rodrigo dejó de usar la jerga chicana durante un momento- Como te vean así esos putos Asiáticos te van a meter un tiro en la cabeza.

-Okey, jefe –Dijo Paul en tono irónico- Salgámos de aquí, el coche está fuera.

sábado, 17 de enero de 2015

Ciudad gris, montañas verdes

Cogió su mochila y partió, sin rumbo fijo. La ciudad apestaba, demasiado ruido, exceso de humo. Las aceras eran horribles, no quedaba rastro de naturaleza en aquella ciudad, los árboles, no tenían vida, el césped era algo de lo que ya ni se acordaba. Había parques, sí, pero estaban rodeados de coches y edificios.
Subió, y subió, hasta llegar a un camino de tierra, en el que se introdujo con decisión. Dentro de la mochila únicamente llevaba una navaja multiusos, agua, comida, una muda limpia, un gran trozo de tela, cuerdas y un saco de dormir. Al llegar la noche buscó refugiarse entre piedras y árboles para cubrirse un poco del viento, montando una especie de tienda de campaña con aquel trozo de tela y las cuerdas. La noche allí era diferente. El olor de la hierba humedecida, los sonidos de los grillos, el movimiento de pequeños animales que pululaban por allí. Antes de acostarse se encendió un cigarro y caminó hasta una especie de mirador donde podía observar la ciudad entera. Llevaba una libreta encima, y escribió lo siguiente: ''Desde las alturas, todo se ve mejor, pero desde abajo, parece una porquería''.
El cigarro se consumió, lo guardó en una pequeña bolsa donde tiraba las colillas y se la guardó en uno de los bolsillos de su pantalón. Eran unos pantalones con muchos bolsillos, grises con la parte del trasero y las rodillas reforzada con tela de color negro. 
Entró en su pequeño refugio, donde había metido también el saco de dormir. Se quitó los pantalones, debajo llevaba unas mallas térmicas para no pasar frío. Hizo lo mismo con su chaqueta. Estaba rodeado de naturaleza, se sentía bien allí mismo. 
Pensó ''Esto es maravilloso, ¿por que nos empeñamos en destrozarlo todo?, ¿por que cambiamos la hierba por las aceras y los caminos por asfalto?'' Tras estos pensamientos, cayó en redondo, cerrando sus ojos durante unas cuantas horas.
Al día siguiente, se levantó, era un día caluroso. Se quitó las mallas y se puso los pantalones, y se cambió de camiseta. Comió un pequeño sandwich y comenzó a descender. El sol daba vida a la flora de aquellos senderos en los que el aroma del romero y el tomillo invitaban a quedarse allí y los pajarillos hacían de banda sonora en su camino de vuelta a la civilización, hizo una parada en un pinar para comer, cada vez estaba mas cerca de la urbe y cada vez el aire iba siendo menos puro. 
Partió de nuevo hasta llegar de nuevo al punto de partida del camino de tierra donde se había introducido el día anterior.
''Vuelta a la realidad'' se dijo así mismo montó en su contaminante coche y volvió a casa. No le quedaba otra que ser uno mas dentro del mundo real.

viernes, 28 de noviembre de 2014

El loco que bailaba y su vida color azul

Bailaba solo, en la calle, y la gente le tomaba por loco, andaba haciendo extrañas piruetas y vestía un atuendo extraño siempre con amplia sonrísa en la boca. No le importaba la opinión del resto, mas valía ser feliz ignorando a aquellas personas que solo querían dañarle sin motivo aparente. Pasaban los años y se daba cuenta de que todos aquellos que tanto le criticaban no eran felices, aquellos cuchicheos, aquellas críticas negativas, no eran mas que el reflejo de la envidia de una sociedad aburrida, una sociedad vacía, que había dejado de bailar, de sonreír y de vivir a su manera. Este hombre, era como el color azul del cielo, contagiaba alegría allá por donde pasaba. ¿El resto? Grises, como días de lluvia, ''¿Me llaman loco a mí?, los locos son ellos, que han dejado de vivir''.

Volveos locos, poned color en vuestras vidas.

Carpe Diem.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Memorias de un capitán de navío (Original de 5 Febrero 2013)

Yo, capitán de un navío comercial, nunca me hube enfrentado a similar reto. Una tormenta inusual sacudía aquel remoto punto del atlántico, parecía que le mismísimo Poseidón estaba agitando la marea, creando olas del tamaño de montañas y lanzando truenos cuyo sonido recordaba al estruendo de los cañones en aquellas batallas que viví en mis tiempos como capitán de la marina. Muchos de mis hombres parecían de trapo, deslizando de proa a popa por los azotes que la mar atestaba a mi barco. Otros desafiaban a Dios, blasfemando en la parte mas alta del barco, mientras yo decidí hacerme cargo de la situación, quitando de su puesto al timonel, luchando contra el mejor aliado y a la vez el peor enemigo de un marinero, la mar.

lunes, 27 de octubre de 2014

Boston Dealers Vol. I

Dean esperaba a Bill fuera de aquel viejo antro situado en los suburbios de Nueva York mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un paquete de Marlboro. ''Cuanto tarda este tío'', se decía a si mismo mientras encendía un cigarrillo con un zippo.
La puerta del bar se abrió y salió Bill. Llevaba una camiseta blanca y una camisa de franela a cuadros negros y rojos, unos vaqueros rasgados y una gorra con el estampado de FedEx que ocultaba su calvicie. Tenía 46 años, y a pesar de su aspecto de dejadez, tenía dinero para comprar unos cuantos yates.
Dean en cambio, era joven, 23 años. Vestía con una camiseta gris y vaqueros claros. Sus zapatillas, desgastadas por el uso, no parecían haber sido limpiadas en una década. Se había rapado hace dos semanas, por eso su pelo parecía corto. 

-Sube al coche chico-Clamó Bill a Dean mientras se sentaba en el asiento de copiloto- Tenemos que estar en Boston mañana, pero pararemos a dormir en un motel de carretera, es tarde.
-¿A Boston? ese no era el plan tío-Dean reprochaba- El puto plan era ir a Philadelphia, está mas cerca y hay menos peligro de que la poli nos cace.
-Son ordenes chico, yo las recibo y yo te las doy, en este negocio manda la ley del mas fuerte-Dijo Bill- Si no estas agusto, puedes irte, quizá mañana tu cuerpo termine en el maletero de un coche, a nadie le gusta un traidor.
-No voy a dejar este trabajo, no tengo nada en esta mierda de vida mejor. A pesar de no tener nada, no quiero morir.

Dean subió al coche, nada del otro mundo, un pickup de Toyota con el que pasaban desapercibidos en la gran mayoría de sus viajes. Bill era el intermediario de un conocido traficante, toda su vida giraba entorno a la droga, algo normal cuando te has criado en el Bronx entre pipas de crack y demás estupefacientes que se habían llevado a mas de uno de sus amigos, vecinos y familiares. Era un tipo frío, calculador e inteligente. Había acumulado una fortuna a base de dinero negro que era blanqueado gracias a un restaurante familiar en las afueras de Manhattan. Siempre vestía de forma sencilla. Nunca le habían pillado y desde luego, no quería ser extravagante bajo ningún concepto.
Dean, en cambio simplemente conducía. Era el cabeza de turco, un currito si ocurría algo, el se llevaba el marrón. No tenía familia, fue abandonado en un orfanato al nacer, de ahí la indiferencia que le causaba el peligro de su trabajo. Era dinero fácil para un pobre diablo sin nada que perder.
Tras una hora y media de viaje, pararon en el High Raills Motel. Estaban a medio camino de Boston, pero entre los desorbitados precios de la ciudad y la reputación de Bill en los bajos fondos, era mas barato y seguro mantenerse algo alejados. El era un perro viejo que se las sabía todas.

-No se porque paramos -Decía Dean mientras fruncía el ceño- Si llegásemos hoy a Boston, mañana nos ahorraríamos el madrugón.
-Si quieres ve tu, adelante -Dijo Bill en tono desafiante- Pero llevo 27 años haciendo esta mierda, las bandas conocen mi cara, y probablemente la tuya, desgraciado. Si quieres que te peguen un tiro por la espalda ve tu, yo no pienso arriesgar, pronto dejaré este negocio y me retiraré a las afueras de la ciudad en un pequeño rancho. 
-Jodido viejo, eres un gallina -Bromeaba Dean- No eres tan bravo como dicen.
-Más vale precavido pero vivo que bravo y en el fondo del mar con un bloque de hormigón enganchado a tu pie.

Ninguno de los dos dijo nada mas. Reservaron dos habitaciones en aquel motel y bajaron al bar. Pidieron unos whiskys con hielo. Bill sacó dos puros habanos y le ofreció otro a Dean, este aceptó. El hombre tras la barra y dueño del bar, era un viejo conocido de Bill, sacó unas cerillas y les encendió 
los habanos en un acto de cortesía. 

-Hombre Bill amigo, cuanto tiempo sin pasar por aquí.
-Jeff, me agrada volver a verte perro judío-Bill sonreía, era raro en el- ¿Como va el negocio?
-El mío bien, con la costrucción del nuevo centro comercial muchos pueblerinos paran por aquí a tomar algo tras el trabajo -Jeff sacaba tres pequeños vasos, donde virtió vodka- A esto invita la casa, ¿Quien es tu joven amigo?
-Este es Dean,... digamos que es mi chófer, conduce de puta madre esa vieja ranchera. Fue proyecto de piloto de NASCAR, pero ese es un tema que no viene a cuento. ¿Como está el tema en Boston actualmente? -Preguntó en un tono de voz mas bajo.
-Si te soy sincero Bill, las cosas están cambiando -La cara de Jeff era de preocupación- Una banda del este de Europa se está introduciendo en el mercado y tienen una mierda a buen precio, están reventando el mercado. Se basa en explotación del personal, unos hijos de puta. Dicen que un magnate ruso anda detrás de toda esa movida.

-Mierda, ¿crees que mi integridad peligra?
-Puede ser -Dijo Jeff-Han caído muchos de los grandes. Esa gente es peligrosa, gasta cuidado, llevas muchos años trabajando en esto, pero todo cambia con el tiempo y estos hijos de puta no tienen ni escrúpulos ni humor. Ve pensando en retirarte y haz como yo.
-Lo he pensado, te lo juro, solo tres meses mas y esto habrá acabado.
-Eso espero, aquí siempre tendrás un refugio, por lo que pueda pasar.
-Te lo agradezco amigo.

Jeff fue un antiguo trabajador en los mundos del hampa, aun mantenía contacto con ciertas bandas de Boston, sabía todo lo que ocurría allí y no se le escapaba una. Era el soplón de Bill, un tío que nunca fallaba y que ahora vivía con la conciencia tranquila a pesar de haber pasado toneladas de cocaína por toda la costa este y un par de delitos por extorsión y atraco a mano armada con homicidios incluídos.
Dean estaba al otro lado de la barra, sentado. Una chica se le acercó.

-¿Puedo? -Dijo la chica-He parado aquí para tomar algo, voy a Boston.
-No te voy a prohibir que te sientes, no me apetece que te sientes aquí, pero haz lo que te de la gana.
-Tranquilo chaval-Dijo ella-Con ese carácter no vas a impresionar a una dama como yo.
-¿Una dama?, ¿como se que eres una dama? -Preguntaba en tono jocoso- ¿Hay un carnet de dama o algo?
-Maldito gilipollas, púdrete en el infierno.
-Vivo en el infierno, pedazo de puta -Gritó Dean desbocado- Piérdete.
Bill se le acercó y comenzó a darle un sermón:
-Chico, esa chica era preciosa -Dijo- ¿Donde están tus modales?
-Yo estoy feliz con mi vaso y mi habano. No necesito nada mas ahora mismo.
-Jodido desgraciado. Llevo toda mi vida solo. Toda la vida -Bill adoptó una postura cómoda apoyado en la barra- Ahora tengo 46 años y estoy jodidamente solo. No cometas mi puto error, si puedes salir de esto sal, cuando yo lo haga, y hazte un hombre de bien. Estamos metidos en un mundo lleno de peligro donde este dinero parece darnos la puta felicidad, pero vivimos con la incertidumbre de acabar siendo ruina. 
-Bill, soy un golfo, un buscavida. En mi vida hice algo bueno, solo se conducir nada mas -Decía el- Quizá mi destino sea morir conduciendo esa ranchera o un deportivo. Quiero ser el capo, quiero subir, a toda costa.
-Es tu decisión -Dijo Bill- Yo te estoy dando un consejo, demasiados años, demasiado solo. No tengo a nadie para compartir todo esto.
-Vayamos a un burdel -Dijo Dean con una pícara sonrisa en su rostro- Se te quitarán las tonterías, eres un viejo acabado.
-No entro en ese juego ya, ve tu si quieres.

Tras el fin de esta conversación, subieron a sus habitaciones. Sus vidas eran muy diferentes. Bill ya no podía dar marcha atrás, el veía a Dean como un reflejo de el en su pasado, le había cogido cariño al chico, el era como un padre para el y no quería que terminara solo.
''Este chico, es una bala perdida'' Pensaba ''Algún día espabilará''.

En medio de la noche, Bill decidió coger el coche e irse solo. Le dejó una carta a Dean, donde le escribió que dejara esa vida, que no era para el. Junto a la carta había un sobre con los papeles del restaurante a su nombre y 120.000 dólares. 

Dean decidió irse e instalarse en Manhattan. Alquiló un piso y comenzó a regentar el bar. Una semana después le llegó una noticia terrible, Bill tomó su billete de solo ida hacia una muerte segura. Aquella banda del Europa del Este lo ejecutó, Jeff lo había vendido y Bill lo supo desde el fin de aquella conversación en el bar. 

-Juro venganza -Se decía el mismo en soledad- Esas ratas pagarán.

Estaba apunto de volver a los bajos fondos. Parecía que toda la charla cívica de Bill no había servido de nada al fin y al cabo. Su mentor había caído y la rabia contenida afloraba.

¿Continuará...?

martes, 14 de octubre de 2014

La música, que sería de las personas sin la música.

19 días y 500 noches es mucho tiempo, que caro es el tiempo haciendo que por la boca viva el pez metido en una sopa que se queda fría, a mi que me den vino tinto hasta que los ojitos se me pongan rojos, sobran los paseos en vacaciones y me siento bien, puede ser que a veces yo sea insoportable y en algún lugar de un gran país vuelan cien gaviotas o mas a lo largo de 7 mares, en los que un soldadito marinero se ha pasado mas de una noche en vela al recordar la casa azul donde creció, no sabe si son sueños o si ahora va sin documentos como el pirata cojo, pero quiere un cadillac solitario en el que huir a contracorriente hacia aquellos años locos. El está sereno, piensa en aquella tarde, en mañana, en la chica de ayer y salta mirando a la luna lunera como un lobo-hombre en París exiliado en el lavabo que antes que ver el sol, donde puede ser que la vida le lleve, que el tiempo no le cambie con la camisa negra puesta. Grita no es así, quisiera el saber porque le gusta disfrutar de las cosas pequeñitas y del aire de la calle caminando por la vida y por la vereda de la puerta de atrás. He de saber que todo esto es muy extraño, estando frente a la luna y el mar como el año que vivimos peligrosamente en la escuela de calor pensando en la emperatriz y en princesas con el corazón partío en el muelle de San Blas mientras escucha aquella canción de los años 80.

lunes, 6 de octubre de 2014

Típico intento Beat, pero los 60's quedan tan lejos...

Salió del coche y entró en una gasolinera, no había mas de 5 personas dentro. Compró un paquete de Lucky Strike, dos revistas y refrescos, aun quedaba mucho camino por recorrer en el viejo pero potente Pontiac Firebird. Ese flamante coche rojo había pertenecido a su abuelo, mas tarde a su padre y ahora era suyo. Se dirigió a la caja, pidió que le llenaran el depósito y pagó.
Viajaba solo, dejó atrás las compañías, porque solo le daban dolor de cabeza, día tras día, hora tras hora, ahora era libre, y deseaba darle caña a aquel trasto restaurado, ¿Quien sabe si iría a Las Vegas a forrarse o a hacer fortuna?
Podía hacer lo que le diese la gana, para bien o para mal, tenía un buen coche, dinero y ganas de vivir... sonaba Jefferson Airplane en la radio y no sabía si el tiempo dio un giro y lo llevó a los 60.
El pensó para si mismo ''Que carajo en esa época todo era mas sencillo''. Un par de chicas iban en un coche que también iba a repostar, era el momento de irse, le guiñó el ojo, arrancó el coche y se fue.
Condujo hasta un acantilado, se encendió un cigarrillo a la vez que pronunciaba ''La vida, que es fantástica''.