Vida, idas y venidas...

martes, 4 de marzo de 2014

La decadencia de Bradley II

''Habían pasado dos años, Bradley seguía bebiendo, tocando fondo y pasando de la treintena, sentado con la espalda apoyada en la pared y una botella de Bourbon entre sus manos, en aquel loft en 5th Avenue que años atrás rebosaba de vida.
Recordaba todas aquellas fiestas a las que acudían personalidades de diversas artes provenientes de grandes ciudades, tanto de Estados Unidos como de Europa, ¿Quien acudía ahora?, las ratas que roían sus viejos calcetines y le acompañaban en sus borracheras diarias, el polvo carcomía los muebles, el suelo estaba pegajoso por todo el alcohol seco que había derramado.
El, tenía un aspecto sucio, sus condiciones de vida no eran dignas de un artista que años atrás se codeaba con cantantes, actores de Hollywood y demás autores de fama internacional.
Recordando todo aquello, decidió dejar de caminar por la senda del perdedor que le había llevado a ese estado, sacó su vieja máquina, no sin antes lavarse las manos y comenzó a escribir:

Enero, 1970 ciudad de Nueva York... He vivido, caminando en una cuerda, la cuerda de la vida, a los lados el abismo, la muerte vestida de licor, era fría y cristalizada, venía a por mí, pero he conseguido recuperar la cordura y aquí me encuentro, sucio pero sereno, una vez mas...''

lunes, 3 de marzo de 2014

Rutina

Y de nuevo como todas las noches se encontraba en la cama, luchando por conciliar el sueño como antaño. El reloj marcaba casi las 3:00 y quedaban cuatro horas para que esa maldita alarma camuflada con la tranquila melodía de Walk on the Wildside sonase para despertarle, marcando el comienzo de otra semana, la vuelta a la rutina.

Era cuestión de horas o quizás minutos que llegase el sueño, breve y poco reparador. Una vez suena la alarma, procede al ritual mañanero, levantarse, asearse, preparar el desayuno, ingerirlo de forma automática cual zombie succionando un cerebro, vestirse, entrar en el garaje como un ser vulnerable y salir del mismo en una máquina de cuatro ruedas que a causa de la mismísima rutina había pasado de ser un objeto de disfrute a un equitativo de indiferencia y cansancio.

Coger carretera, llegar, pasar las horas, volver a coger carretera, dejar la máquina en el mismo garaje y volver a la cocina donde el sujeto se encontraba siete horas antes, esta vez sin nada que preparar. Y así un día tras otro, tras otro, tras otro, tras otro... hasta que llega el fin de semana, qe termina pronto para comenzar de nuevo el ciclo.