Vida, idas y venidas...

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Conversación de bar típica a la Americana.

Aquel sucio bar recordaba a un estercolero, era sombrío y lugubre, el suelo estaba ligeramente pegajoso y el viejo camarero tenía una mancha en su camisa del tamaño de un puño, probablemente sería una mancha de licor. Scott y Jamie bebían cerveza como si fuera agua sumidos en una conversación tan cotidiana y absurda como la vida misma.

Scott era un tío progresista, que anteriormente había defendido ideas comunistas, pero con los años fue dejando de lado ese mundo, tenía unos 34, iba vestido con una sudadera gris, pantalones vaqueros y deportivas. Tenía el pelo desaliñado y una barba de diez días que olía a whisky, en cambio Scott era un pureta de 42 años, corredor de bolsa, trajeado, bien afeitado y con un peinado que cuidaba semanalmente yendo a su barbero de confianza, realmente nadie sabe que hacía este tipo en ese bar tan cutre.

-Pues a mi me parece que los jodidos Republicanos solo hacen mierda a nuestro país, metiéndonos en guerras y mandando a morir a nuestros jóvenes, ¿Como te atreves a defender ese puto atropello? -Gritaba Scott.
-¿Mandando a morir? Es su puto trabajo, y hay que acabar con esa jodida amenaza de Oriente Medio -Defendía Jamie- ¿Que me vas a contar tu de los Demócratas?, son las jodidas putas de los Comunistas, ¡esa gentuza solo va a destruir América!, ¡Son el puto enemigo público!
-Dios mío, Jamie, ¿como puedes ser tan carca con esa edad? -Reclamaba Scott- ¿Que será lo próximo que me vas a decir? ¿Que el KKK nos va a salvar?
-No digo eso imbécil -Dijo Jamie- Sabes de sobra que los verdaderos valores de EEUU son cosa del Partido Republicano, mientras que los jodidos perros demócratas se centran en dejar que toda esa gentuza latina venga a mancillar nuestro país.
-Definitivamente, se te ha ido la puta cabeza tío -Dijo Scott terminándose su cerveza- ¡Jefe! ponme otras dos cervezas, y una ronda de chupitos.

Ambos siguieron discutiendo burdamente de sus ideas políticas, hasta que abandonaron el bar. Ninguno de los dos había cambiado el mundo con esa conversación, vaya par de estúpidos.

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