Vida, idas y venidas...

lunes, 27 de octubre de 2014

Boston Dealers Vol. I

Dean esperaba a Bill fuera de aquel viejo antro situado en los suburbios de Nueva York mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un paquete de Marlboro. ''Cuanto tarda este tío'', se decía a si mismo mientras encendía un cigarrillo con un zippo.
La puerta del bar se abrió y salió Bill. Llevaba una camiseta blanca y una camisa de franela a cuadros negros y rojos, unos vaqueros rasgados y una gorra con el estampado de FedEx que ocultaba su calvicie. Tenía 46 años, y a pesar de su aspecto de dejadez, tenía dinero para comprar unos cuantos yates.
Dean en cambio, era joven, 23 años. Vestía con una camiseta gris y vaqueros claros. Sus zapatillas, desgastadas por el uso, no parecían haber sido limpiadas en una década. Se había rapado hace dos semanas, por eso su pelo parecía corto. 

-Sube al coche chico-Clamó Bill a Dean mientras se sentaba en el asiento de copiloto- Tenemos que estar en Boston mañana, pero pararemos a dormir en un motel de carretera, es tarde.
-¿A Boston? ese no era el plan tío-Dean reprochaba- El puto plan era ir a Philadelphia, está mas cerca y hay menos peligro de que la poli nos cace.
-Son ordenes chico, yo las recibo y yo te las doy, en este negocio manda la ley del mas fuerte-Dijo Bill- Si no estas agusto, puedes irte, quizá mañana tu cuerpo termine en el maletero de un coche, a nadie le gusta un traidor.
-No voy a dejar este trabajo, no tengo nada en esta mierda de vida mejor. A pesar de no tener nada, no quiero morir.

Dean subió al coche, nada del otro mundo, un pickup de Toyota con el que pasaban desapercibidos en la gran mayoría de sus viajes. Bill era el intermediario de un conocido traficante, toda su vida giraba entorno a la droga, algo normal cuando te has criado en el Bronx entre pipas de crack y demás estupefacientes que se habían llevado a mas de uno de sus amigos, vecinos y familiares. Era un tipo frío, calculador e inteligente. Había acumulado una fortuna a base de dinero negro que era blanqueado gracias a un restaurante familiar en las afueras de Manhattan. Siempre vestía de forma sencilla. Nunca le habían pillado y desde luego, no quería ser extravagante bajo ningún concepto.
Dean, en cambio simplemente conducía. Era el cabeza de turco, un currito si ocurría algo, el se llevaba el marrón. No tenía familia, fue abandonado en un orfanato al nacer, de ahí la indiferencia que le causaba el peligro de su trabajo. Era dinero fácil para un pobre diablo sin nada que perder.
Tras una hora y media de viaje, pararon en el High Raills Motel. Estaban a medio camino de Boston, pero entre los desorbitados precios de la ciudad y la reputación de Bill en los bajos fondos, era mas barato y seguro mantenerse algo alejados. El era un perro viejo que se las sabía todas.

-No se porque paramos -Decía Dean mientras fruncía el ceño- Si llegásemos hoy a Boston, mañana nos ahorraríamos el madrugón.
-Si quieres ve tu, adelante -Dijo Bill en tono desafiante- Pero llevo 27 años haciendo esta mierda, las bandas conocen mi cara, y probablemente la tuya, desgraciado. Si quieres que te peguen un tiro por la espalda ve tu, yo no pienso arriesgar, pronto dejaré este negocio y me retiraré a las afueras de la ciudad en un pequeño rancho. 
-Jodido viejo, eres un gallina -Bromeaba Dean- No eres tan bravo como dicen.
-Más vale precavido pero vivo que bravo y en el fondo del mar con un bloque de hormigón enganchado a tu pie.

Ninguno de los dos dijo nada mas. Reservaron dos habitaciones en aquel motel y bajaron al bar. Pidieron unos whiskys con hielo. Bill sacó dos puros habanos y le ofreció otro a Dean, este aceptó. El hombre tras la barra y dueño del bar, era un viejo conocido de Bill, sacó unas cerillas y les encendió 
los habanos en un acto de cortesía. 

-Hombre Bill amigo, cuanto tiempo sin pasar por aquí.
-Jeff, me agrada volver a verte perro judío-Bill sonreía, era raro en el- ¿Como va el negocio?
-El mío bien, con la costrucción del nuevo centro comercial muchos pueblerinos paran por aquí a tomar algo tras el trabajo -Jeff sacaba tres pequeños vasos, donde virtió vodka- A esto invita la casa, ¿Quien es tu joven amigo?
-Este es Dean,... digamos que es mi chófer, conduce de puta madre esa vieja ranchera. Fue proyecto de piloto de NASCAR, pero ese es un tema que no viene a cuento. ¿Como está el tema en Boston actualmente? -Preguntó en un tono de voz mas bajo.
-Si te soy sincero Bill, las cosas están cambiando -La cara de Jeff era de preocupación- Una banda del este de Europa se está introduciendo en el mercado y tienen una mierda a buen precio, están reventando el mercado. Se basa en explotación del personal, unos hijos de puta. Dicen que un magnate ruso anda detrás de toda esa movida.

-Mierda, ¿crees que mi integridad peligra?
-Puede ser -Dijo Jeff-Han caído muchos de los grandes. Esa gente es peligrosa, gasta cuidado, llevas muchos años trabajando en esto, pero todo cambia con el tiempo y estos hijos de puta no tienen ni escrúpulos ni humor. Ve pensando en retirarte y haz como yo.
-Lo he pensado, te lo juro, solo tres meses mas y esto habrá acabado.
-Eso espero, aquí siempre tendrás un refugio, por lo que pueda pasar.
-Te lo agradezco amigo.

Jeff fue un antiguo trabajador en los mundos del hampa, aun mantenía contacto con ciertas bandas de Boston, sabía todo lo que ocurría allí y no se le escapaba una. Era el soplón de Bill, un tío que nunca fallaba y que ahora vivía con la conciencia tranquila a pesar de haber pasado toneladas de cocaína por toda la costa este y un par de delitos por extorsión y atraco a mano armada con homicidios incluídos.
Dean estaba al otro lado de la barra, sentado. Una chica se le acercó.

-¿Puedo? -Dijo la chica-He parado aquí para tomar algo, voy a Boston.
-No te voy a prohibir que te sientes, no me apetece que te sientes aquí, pero haz lo que te de la gana.
-Tranquilo chaval-Dijo ella-Con ese carácter no vas a impresionar a una dama como yo.
-¿Una dama?, ¿como se que eres una dama? -Preguntaba en tono jocoso- ¿Hay un carnet de dama o algo?
-Maldito gilipollas, púdrete en el infierno.
-Vivo en el infierno, pedazo de puta -Gritó Dean desbocado- Piérdete.
Bill se le acercó y comenzó a darle un sermón:
-Chico, esa chica era preciosa -Dijo- ¿Donde están tus modales?
-Yo estoy feliz con mi vaso y mi habano. No necesito nada mas ahora mismo.
-Jodido desgraciado. Llevo toda mi vida solo. Toda la vida -Bill adoptó una postura cómoda apoyado en la barra- Ahora tengo 46 años y estoy jodidamente solo. No cometas mi puto error, si puedes salir de esto sal, cuando yo lo haga, y hazte un hombre de bien. Estamos metidos en un mundo lleno de peligro donde este dinero parece darnos la puta felicidad, pero vivimos con la incertidumbre de acabar siendo ruina. 
-Bill, soy un golfo, un buscavida. En mi vida hice algo bueno, solo se conducir nada mas -Decía el- Quizá mi destino sea morir conduciendo esa ranchera o un deportivo. Quiero ser el capo, quiero subir, a toda costa.
-Es tu decisión -Dijo Bill- Yo te estoy dando un consejo, demasiados años, demasiado solo. No tengo a nadie para compartir todo esto.
-Vayamos a un burdel -Dijo Dean con una pícara sonrisa en su rostro- Se te quitarán las tonterías, eres un viejo acabado.
-No entro en ese juego ya, ve tu si quieres.

Tras el fin de esta conversación, subieron a sus habitaciones. Sus vidas eran muy diferentes. Bill ya no podía dar marcha atrás, el veía a Dean como un reflejo de el en su pasado, le había cogido cariño al chico, el era como un padre para el y no quería que terminara solo.
''Este chico, es una bala perdida'' Pensaba ''Algún día espabilará''.

En medio de la noche, Bill decidió coger el coche e irse solo. Le dejó una carta a Dean, donde le escribió que dejara esa vida, que no era para el. Junto a la carta había un sobre con los papeles del restaurante a su nombre y 120.000 dólares. 

Dean decidió irse e instalarse en Manhattan. Alquiló un piso y comenzó a regentar el bar. Una semana después le llegó una noticia terrible, Bill tomó su billete de solo ida hacia una muerte segura. Aquella banda del Europa del Este lo ejecutó, Jeff lo había vendido y Bill lo supo desde el fin de aquella conversación en el bar. 

-Juro venganza -Se decía el mismo en soledad- Esas ratas pagarán.

Estaba apunto de volver a los bajos fondos. Parecía que toda la charla cívica de Bill no había servido de nada al fin y al cabo. Su mentor había caído y la rabia contenida afloraba.

¿Continuará...?

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